Aproveché el recital de La Renga del sábado 17/11 en el Autódromo, para analizar el cuerpo del fan de rock. Pude tomar distancia, al no ser fanática, así que entre tema y tema fui craneando este pequeña delicia de la vida musical, podríamos decir. Me voy a encargar solamente de los hombres, porque es lo que consumo. Conté con una muestra más qus satisfactoria, ya que el recital fue presenciado por aproximadamente 90.000 personas, según rumores que corren por la web, de los cuales, a ojímetro puedo decir que 60.000 eran de sexo masculino. Gracias al calor y a la exaltacion rockera, pocos machotes soportaron la ropa sobre la piel, lo que facilitó ampliamente el estudio (o quizás fue el disparador, ya no me acuerdo).
Obtuve las siguientes conclusiones: Estéticamente, la cultura rock ha hecho estragos con los cuerpecillos otrora atléticos de los jóvenes, la pancita de vino y cerverza es el boom de la temporada, la usan todos. No se confundan, no lo digo desde una postura esteticista, frívola y hueca. Es un análisis objetivo que sólo procura informar a la platea femenina. Personalmente prefiero los vestigios grasos de un par de borracheras que la belleza ambigua, depilada y compacta de gimnasio (Aclaro que odio las generalizaciones, pero a los fines humorísticos las exploto).
Pero lo que es mas asombroso aún, son los extremos que pude comprobar. De las pancitas descriptas, pasábamos, sin escalas, salvo contadas excepciones, a la anorexia (leáse consumo indiscriminado de drogas) arruinada a lo Charly García. Esos flacos raquitícos orbitaban en su mambo por el autódromo, buscando quien sabe que quimera, luciendo sus ojos perdidos y porque no alegres también, pero anestesiados (opínión arbitraria y ridícula de una simple observadora).
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