viernes, 22 de febrero de 2008

HIJOS DE LOS HOMBRES



"Tal vez no deberíamos dar por sentado que la naturaleza tiene un sentido"




Cita de hijos de los hombres, de P.D. James.




Una de mis últimas adquisiciones, por un valor de $ 3, en Corrientes, entre Libertad y Uruguay, es esta novela del estilo futuro-apocalíptico.


Lo mejor del libro, la premisa inicial: En el futuro, el ser humano pierde la capacidad de procrear. La historia transcurre 25 años después del último nacimiento, en una Inglaterra dominada por un líder autoritario, que tiene el beneplácito de la gente manteniendo la seguridad interior y el comfort. Se prohíbe el ingreso a los inmigrantes, salvo los necesarios para realizar los trabajos pesados. La mayoría de la población es anciana, y la falta de niños repercute no sólo por significar el fin de la humanidad, sino también en el estado anímico de los habitantes, en un mundo sin juegos, sonidos, colores, plazas, escuelas, etc. En ese panorama, una mujer queda embarazada, y Theo Faron, el descreído protagonista, se ve involucrado en su protección. Faron es el primo de Xan Lyppiatt, el Custodio de Inglaterra, una suerte de dictador que gobierna un país al que cosas como elecciones y democracia dejaron de importarle hace tiempo. La gente quiere seguridad, comodidad y placer para pasar sus últimos años lo mejor posible. Eso es lo único que importa y eso es lo que el Custodio les da a los treinta y seis millones de ingleses que quedan.

Lo peor: Promete al principio más de que logra cumplir al final, pero igualmente es recomendable.


Un pequeño homenaje a nuestro orgullo Argento, así empieza el librito:

"En la madrugada de hoy, 1º de enero del año 2021, tres minutos después de las doce, murió en una pelea en un suburbio de Buenos Aires el último ser humano nacido sobre la faz de la tierra: tenía veinticinco años, dos meses y doce días."

En el año 2006, Alfonso Cuaron, dirigió una excelente versión cinematográfica, protagonizada por Clive Owen, Julianne Moore y Gene Hackman. El argumento es similar, pero cambiaron bastante los personajes. El nombre en Argentina, fue Niños del Hombre.





viernes, 8 de febrero de 2008

RELEYENDO A GEORGI




En vísperas de un viaje relámpago a la costa, a último minuto, me zambullí en la biblioteca buscando algún ejemplar sin leer. Tengo la costumbre de comprarme un libro todos los meses, como mínimo, pero a veces no llego a leerlo, o se topa algo más interesante en el interín, y después me olvido, hasta que lo necesito y allá está, esperándome. Pero en este caso, en un paneo superficial, no encontré nada nuevo, así que me decidí por uno ya leído, El Aleph, de Borges. La mayoría de esos cuentos resisten varias relecturas, esta vez me quedo con un extracto de el primero de todos, "El Inmortal":




"Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse inmortal. He notado que, pese a las religiones, esa convicción es rarísima. Israelitas, cristianos y musulmanes profesan la inmortalidad, pero la veneración que tributan al primer siglo prueba que sólo creen en él, ya que destinan todos los demás, en número infinito, a premiarlo o castigarlo Más razonable me parece la rueda de ciertas religiones del Indostán; en esa rueda, que no tiene principio ni fin, cada vida es efecto de la anterior y engendra la siguiente, pero ninguna determina el conjunto... Adoctrinada por un ejercicio de siglos, la república de hombres inmortales había logrado la perfección de la tolerancia y casi con desdén. Sabía que en un plazo infinito le ocurren a todo hombre todas las cosas. Por sus pasadas o futuras virtudes, todo hombre es acreedor a toda bondad, pero también a toda traición, por sus infamias del pasado o del porvenir. Así como en los juegos de azar las cifras pares y las cifras impares tienden al equilibrio, así también se anulan y se corrigen el ingenio y la estolidez, y acaso el rústico poema del Cid es el contrapeso exigido por un solo epíteto de las Églogas o por una sentencia de Heráclito. El pensamiento más fugaz obedece a un dibujo invisible y puede coronar, o inaugurar, una forma secreta. Sé de quienes obraban el mal para que en los siglos futuros resultara el bien, o hubiera resultado en los ya pretéritos... Encarados así, todos nuestros actos son justos, pero también son indiferentes. No hay méritos morales o intelectuales. Homero compuso la Odisea; postulado un plazo infinito, con infinitas circunstancias y cambios, lo imposible es no componer, siquiera una vez, la Odisea. Nadie es alguien, un solo hombre inmortal es todos los hombres. Como Cornelio Agrippa, soy dios, soy héroe, soy filósofo, soy demonio y soy mundo, lo cual es una fatigosa manera de decir que no soy".