En un recuerdo desatado, se apareció ante mí un bosque desolado, el verde follaje de sus árboles y la corteza legendaria de sus troncos eternos; con uñas y dientes me defendí de la memoria, la hormiga de mi vergüenza se abalanzó sobre mis ojos, me picó, y el perro mordió su herida, con la dulzura del que ignora su destino, relamiéndose con el vaso de agua cristalina que le entregaba mi inocencia. El líquido claro y conocido se metió por sus venas y lo llenó de vida. En el sótano de mi inconciencia todo era un extraño sueño de oscuros recuerdos, desagradables sentimientos. Caí en mi propia trampa al creer que lograría olvidarlo. Fui totalmente ingenua y la araña me enredó con sus hilos pegajosos y atrapantes; la bisagra que habría mi corazón y mi cerebro estaba rota. Con los muslos lastimados de estar sentada en ese bosque, me dispuse a morir. Mirar al futuro era imposible, ya no había nada, ni gestos dulces, ni gestos amargos que los pájaros enviaran hacia mí. El fuego que aún ardía en el crepúsculo acecha, y termina mi sufrimiento con su calor.
lunes, 12 de noviembre de 2007
ESCRITURA AUTOMATICA
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