Es absurda la fortuna de Bill Gates, pero no tanto, si pienso la absurda cantidad de veces que abrí una ventana de Windows. Absurdo el miedo a la muerte, cuando es la única certeza. Absurda es la posibilidad de la existencia de Dios, pero más absurdo mi ateísmo si de promedios pensamos.
Del género absurdo, es la obra La Cantante Calva, de Eugene Ionesco, que ví hace como diez años en la Casa de la Cultura de Ramos, e igualmente absurdo pensar que ya pasó una década desde que esta palabrita absurda llamó mi atención.
La vida es inherentemente absurda; tal es su sentido, y la humanidad tiene que resignarse a reconocer que una explicación racional del Universo, está más allá de su alcance; el mundo debe ser visto como absurdo; pensaba Albert Camus, con mucha más claridad que yo y mucho antes.
Absurda la noción de futuro, como absurdo el pasado, dos conceptos vitales, de palpable inexistencia. Absurda ciertas diagonales, que confluyen detrás de mi casa, y absurdo aún perderme en ellas, considerando que nunca me mudé.
Y finalmente, absurda es la genealogía de estas palabras, y más absurdo este no-final que ya se derrama...
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