Con motivo de que hoy es mi cumple, salí en búsqueda de un regalo. Estos presentes autoinflingidos se limitan a dos cosas: libros o dvds. Esta vez fue un libro. Días atrás leí una nota sobre Carlos Castaneda, no recuerdo en que soporte digital, pero puede haber sido en Página 12, y quedé colgada con ese autor. Aclaro que nunca lo leí directamente, aunque sí se me ha cruzado varias veces en notas periodísticas como la que acabo de nombrar, dejándome siempre con una curiosidad, que, quien sabe por qué, no detonó hasta el día de hoy. Salí en su búsqueda, primero en un par de librerías de la calle Corrientes que venden usados, pero no conseguí nada (lo que sí, me crucé con un Faulkner de $10, que no podía dejar pasar). Finalmente, conseguí una edición 2007 de "Las enseñanzas de Don Juan", bastante accesible, a 22 pesos, que desembolsé ilusionada.
A partir de ese momento, y hasta que pueda terminar el bendito libro, transcurre un tiempo de sweet expectation, la verdadera "dulce espera", una siesta de los sentidos aguardando ese momento al final, cuando debo decidir si es buenísimo, si tan sólo me entretuvo, o sí prácticamente rompe las estructuras que tenía hasta encontrarme con sus palabras. Nótese que dejé de lado adrede algún adjetivo negativo. Es casi imposible que el libro me parezca malo. Tengo un sistema que hace años no me falla, para elegir la siguiente lectura, principalmente sabiendo quien es el autor y que significa para algunas personas su obra. Sabiendo eso, puedo hacer mi elección tranquila. Como mucho me va a desilusionar un poco, si me sumerjo en él exaltada por demasiadas emociones, pero no más que eso (que ya es lo suficientemente triste).
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