lunes, 17 de diciembre de 2007

LOS ANCIANOS NO QUERIAN QUE SE DESCUBRA SU CRIMEN


Los ancianos no querían que se descubra su crimen. Suena lógico. Todas las personas que cometen un crimen desean ocultarlo, al menos los que no están locos y ansían el manicomio.


Cuando planearon la forma de matarla, no habían pensado en coartadas ni falsos testimonios. ¿Y ahora qué? El cuerpo inerte de la enfermera yacía en su cama, los brazos colgando sin que los músculos los contraigan, y la palidez de su rostro aumentando segundo a segundo.

Pepe, el jefe de la pandilla, se sintió obligado a tomar una determinación:
-Podemos enterrarla – dijo inocente.
Camilo y Rosa se miraron descreídos: - ¿Enterrarla?-. Hasta ese momento su mayor problema había sido la artrosis, y la pastilla para la presión, pero nada de cadáveres o tumbas clandestinas. - ¿Dónde la enterramos?-
- En el jardín, donde el año pasado nos llevaban a tomar mate y a escuchar tangos
.
Rosa y Camilo estaban de acuerdo. Después de todo, no se les había ocurrido otra cosa.


Trasladar los cincuenta y cinco kilos de la enfermera, veinte metros hasta el jardín, resultó bastante dificultoso, pero considerando la artrosis y demás achaques de los ancianos, fue un éxito: - ¡Treinta y dos minutos con cuarenta y siete segundos! – cronometró Pepe.

Lástima que se equivocaron de puerta, y en vez de ir al jardín, aparecieron en la entrada, justo cuando el policía de la garita de la esquina intentaba conquistar a la portera.

Pobres. Los ancianos no querían que se descubra su crimen.

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